LOS EDICTOS DEL OBISPO J. DIAZ DE LA GUERRA









Carlos III de Borbón



Durante el reinado de Carlos III surge la Ilustración en España con toda su fuerza, y el país se encuentra inmerso en un proceso de modernización que se transmite a múltiples instancias. Una de ellas ha de ser, incluso, la de los estamentos eclesiásti¬cos. Y uno de esos eclesiásticos, ilustrado como el que más, habría de ser el Obispo de Mallorca y posteriormente de Sigüenza don Juan Díaz de la Guerra, de cuya figura queremos ocuparnos en las líneas siguientes.

Por otra parte, no debe pensarse que Carlos III estuviese "fuera de la Iglesia". En absoluto estaba fuera de ella. En realidad, se encontraba bien afirmado en sus creencias religiosas, encarnando la actitud cristiana más avanzada de su siglo, en el interior de un movimiento espiritual que, para decirlo con palabras de Regla, "tendía a despojar a la religión de las estratificaciones que se habían formado alrededor de ella, a ofrecer una creencia tan liberal en su doctrina que nadie podría ya acusarla de oscurantismo". En consecuencia, ni por sus íntimas creencias religiosas ni por la fuerza política de la Iglesia, podría llevar Carlos III demasiado lejos sus reformas religiosas. El tribunal del Santo Oficio no gozaba, ciertamente, de sus simpatías, pero tampoco se decidiría a liquidarlo.


Juan Díaz de la Guerra
Nombrado obispo de Mallorca (22 junio 1772 - 23 de junio 1777).





           Díaz de la Guerra nació en Jerez de la Frontera, en 1726, de una familia de rancio abolengo hidalgo y con muchos haberes pecuniarios. Era, según dicen sus biógrafos, heredero de Cristóbal Colón, y todos sus ascendientes poseían un largo historial de servicios a la Monarquía y a España. De inteligencia despierta y con gran espíritu de trabajo, estudió en Granada, haciéndose sacerdote, y llegando pronto a diversos puestos en el Cabildo de la iglesia primada, en Toledo. Carlos III le confió una plaza de Auditor de la Sagrada Rota en Roma, obteniendo además la Abadía de la insigne Colegiata de Santa Ana en Barcelona. El mismo monarca, pagado de la valía del Sr. Díaz de la Guerra, le presen¬tó para obispo de Palma de Mallorca, cargo que comenzó a ejercer en 1772.

         Los roces continuos con las gentes isleñas, por cuestión del culto que allí daban a Raimundo Lulio, le hizo desistir de su puesto, en el que ya comenzó a dar señales de su preocupación por las obras públicas, pues aportó más de 30.000 pesos para la habilitación y reforma del puerto de la ciudad de Alcudia.

         Huelga la presentación de D. Juan Díaz de la Guerra en los círculos literarios lulianos; los cinco años de su episcopado pasados en Mallorca tal vez coincidan con uno de los periodos de mayor tirantez de relaciones entre tomistas y lulistas locales, cuya controversia en aquel momento se había centrado en Ia legitimidad del culto, mas que en la ortodoxia de la doctrina. La mentalidad jurista de Díaz de la Guerra y su firme adhesión a la doctrina de Tomas de Aquino mal podían encajar en la sociedad mallorquina habituada a actuar por cuenta propia y adicta por convencimiento o al menos por devoción a nuestro compatricio Beato Ramón. (1)

      Este es el punto de arranque de la frialdad con que fue recibido, de !a escasa colaboración que encontró y de las duras persecuciones que tuvo que soportar el obispo Díaz de la Guerra; de aquí nacen todos los intentos de hacer abortar cuanto emprendía el prelado, para bien de sus diocesanos y de interpretar torcidamente todas sus intenciones y proyectos; Este es el motivo que indujo a los jurados del reino a suplicar a S.M. "se sirviese dar a nuestro obispo mejores feligreses y mas de su gusto que los mallorquines". (2)



LA PROCESION DEL JUEVES SANTO 
DEL AÑO 1777




        Los sínodos y decretos episcopales de los siglos XVII y XVIII intentaron corregir los abusos que se realizaban durante el discurrir de las procesiones. En el año 1777, el Obispo Díaz de La Guerra, para acabar con todas aquellas practicas, prohibió la procesión del Jueves Santo que desde tiempo inmemorial se celebraba ininterrumpidamente en la ciudad de Palma; Por tal motivo los Regidores del Hospital Provincial se reunieron en cabildo el día 12 de marzo de 1777, para presentar ante el ayuntamiento de la ciudad su disconformidad, y que intercediera ante el obispo solicitándole a este, la voluntad del pueblo que se realizase dicha procesión con la moderación que correspondía a un acto tan misterioso, y sobre todo la recogida de limosnas tan importante para el sufragio del hospital que afectaría a este.
       En Boletín de la Sociedad Arqueológica luliana del mes de abril de 1987, se publico por D. E. Fajarés como curiosidad histórica.




BOLETIN DE LA SOCIEDAT ARQUEOLOGICA LULIANA
La procesión del Jueves Santo
(Año 1777)



Cavildo del miércoles 12, de Marzo de 1777 por la mañana.-

        En el mismo Ayuntamiento se ha hecho presente por los muy ilustres Señores Regidores del Hospital General que no podían omitir de patentizar los gravísimos perjuicios que se ocasionavan a dicha casa con hallarse suspendida la procesión del Jueves Santo que de inmemorial tiempo se había executado, con las facultades mas amplias de la silla Apostólica, concedidas por diferentes Bulas executorias por los tribunales de la signatura de justicia y de la rotta, pasadas por el Supremo R.1 Consejo en 9 de Octubre de 1754; pues que con dicho motivo de inspección, se havian retraído notablemente las limosnas, y principalmente las de 150, que los mas a. recogían en el mismo día del Jueves Santo, por cuyos tan relevantes motivos, y usando los regidores de las facultades Pontificias que se les estavan cometidas con total inhibición del tribunal ordinario Eclesiástico, y de todos los demás del Reino, havian resuelto para satisfacer al mismo tiempo los deseos del pueblo, en el que se hiciese dicha procesión con la moderación que correspondia a un acto tan misterioso y que ricamente devia existir el devoto fervor de todos los fieles. Y entendido todo por la ciudad se ha acordado que hallándose cometidas dichas facultades a los Administradores App.co y R. 1 Hospital usasen estos de ellas como mejor les pareciese, teniendo entendido que la ciudad se hallaría obligada a defender en todos tiempos y ocasiones las regalías y derechos de aquella Santa Casa.

(ARCHIVO MUNIXIPAL DE PALMA.- Lib. de Ayuntamiento de 1777, Fol. 37)





SALIDA DE LA PROCESION MAGNA; 
CON UN RECORRIDO MAS CORTO.



      Finalmente el año 1777, se realizo la procesión denominada “Magna”, pero se decidió realizar un recorrido más corto, saliendo del Hospital General cerca de las 16’15 hrs. de la tarde, el cortejo se desarrollo con mucha quietud modestia. En primer lugar se visito el convento de santa Magdalena, el Carmen, las Teresas, las capuxinas, San Nicolás, santo domingo, Santa Clara, La Santa Iglesia Catedral, San Francisco de Paula, san Jaime y en último lugar, las monjas de La Concepción, llegando cerca de las 20’15 hrs. A la Iglesia del  Hospital General.













1780 El obispo andaluz destinado a Sigüenza Juan Díaz de la Guerra, publica el Edicto General que establece la prohibición del Acto del Descendimiento Y su procesión.


    
        Nombrado obispo de Sigüenza el 23 de junio de 1777, hizo su entrada pública en la Ciudad Mitrada el 20 de diciembre de 1778. Ocupó el cargo durante 22 años, pues en él permaneció hasta su muerte en 29 de noviembre de 1800.
         El 3 de marzo de 1780, el obispo Juan Díaz de la Guerra, publico un edicto como había hecho años antes en su sede episcopal de Mallorca, prohibiendo el descendimiento, obligando a que sólo se realizara el sermón, tal y como se lleva a cabo en la actualidad. Esta decisión episcopal la argumento en los males ocasionados por «las representaciones hechas al vivo por la mucha concurrencia de la gente, confusión y griterío que tales representaciones causan, y siendo de esta naturaleza el Descendimiento que el Viernes Santo en la tarde se hace en el trascoro de Ntra. Sta. Iglesia Catedral al tiempo que se cantan las Tinieblas, perturbándolas la confusión, ruido y grita, que Nos mismos experimentamos el año pasado».
       Un pleito llevado a cabo por la Cofradía titular que se siguió a tal efecto ante el Tribunal Eclesiástico de la ciudad, y con una resolución definitiva permitió que a partir de 1797 volvieran a celebrarse las procesiones de Semana Santa -nunca más la función del Descendimiento- con la condición de que se hicieran de día, permitiendo decir un sermón delante de ambos pasos y del altar de la Virgen de la Mayor.


PROCESION DEL SANTO ENTIERRO EN SIGUENZA




El Viernes Santo, se celebra la Procesión Nocturna, del Santo Sepulcro. Ésta quedó regulada en el primer capítulo de las Constituciones de 1636, es decir, en las cuatro primeras ordenanzas. En ellas se fijaba la situación cronológica de las festividades, el modo de celebración del Santo Entierro -en cuya regulación no se describe el acto del Descendimiento-, las dedicadas a la Cruz de Mayo y, por fin, la conmemoración de la Exaltación de la Cruz. El motivo o razón última del origen de estas festividades se puede entresacar del fin constitutivo de la Cofradía: conmemoración de la muerte de Cristo y, por ello, del instrumento donde se obró, la Cruz.

La más importante solemnidad que celebraba esta Cofradía era precisamente el Viernes Santo, la del Descendimiento y Entierro de Cristo. Para poder realizar esta función -que se celebró por primera vez en 1637- los hermanos por medio de uno de sus cargos elevaba un memorial al Cabildo solicitando la entrada en la Catedral, la celebración del Descendimiento y los ornamentos necesarios. La Corporación capitular siempre accedía a esta solicitud, aunque otorgando tales licencias «por esta vez» cada año.
                        Otro de los momentos destacados de la procesión, se da al llegar a la puerta de la Ermita de San Lázaro -hoy de la iglesia del Asilo- donde se colocan dos paños negros en el suelo, extendidos delante, justamente donde parará el jefe de Armados el Santo Sepulcro. Hecho el silencio, el hermano de vela a quien corresponda por turno de antigüedad, dará tres golpes secos en aquella. Desde dentro se preguntará ¿Quién va?, se contestará ¡Jesús el Nazareno, Rey de los judíos!, a lo que se replicará ¡Abrid, que pase Jesús el Nazareno, Rey de los judíos! Abiertas las puertas se dejan depositados ambos pasos en su capilla y concluye la procesión. Después los hermanos se reunían y reúnen en la colación. (3)








(1) J. Rossello Lliteras
(2) M. Batllori, "Entorn de l'Anlilullisme"
(3) Los Armaos y otras tradiciones protagonistas de la Semana Santa ...www.guadaque.com



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